Que una vez iniciadas las miradas
Tan volubles y límpidas lustradas
Hoy no sucumben, a mi (sus) faroles.
El frío presupone los clamores
De tus manos, a mi espalda, terciadas
Estío de ventiscas cual llamadas
Que serena el caudal en mis albores.
¡Oh, tu canto tan íntimo y pulcro!
La mirada bajo el cristal brillante
Enmarcada en estrellas, sueños puros.
Te has quedado en todos ellos cual muros
Creando ese palacio tan galante
Espacios donde, trémulo, descubro
lo noble de un arrullo,
canto del mirlo, cual presagio atróz
del alba que llega sin mi (tu) voz.
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