Creerte extinta y desaparecer en tu respiro. Invocar a las deidades cuando el templo aun no se erigía. Travesía salomónica que, en su retorno, se me torna laberíntica, cual cueva que habita el creador de mi propio "inferno". Noto escepticismo en las lagunas que me ven pasar a tu cercanía, ausente de toda compañía, mientras me desperezo en el asiento del bus. En esta empresa vivo, y si, aunque mis vibras deambulen serenas y piadosas por el necromántico asfalto (imitando los pasos de esos que pagan facturas, compran whiskys caros e insertan billetes entre las tetas de las putas), es por esa carga de neutrino que habito este cuerpo desecho por las arenas del tiempo, las mismas con las que crearon el espejo donde me veo y donde se esconden los duendes que un día jugaron a la rueda, alrededor de nuestra única posesión preciada, carente de lujos, pero magisterio de almas en pena. Quizás es la adrenalina que dosifican las imágenes que en mi mente revolotean. En una, por ejemplo, a tientas por las oscuras calles del centro tu mirada me taladrea los sentidos. En otra, desvelado sobre el piano escucho una melodía desde mis entrañas que me habla, sideral y cósmica, preparada para ser escrita y quizás, al tiempo, ultrajada, pero que, a la primera vacilación mía, matiza a un Pianissimo siendo así esa subfrecuencia que balancea este universo, bajo el umbral donde reverbera nuestro ultimo beso, en el viejo chiffonier que da lugar a las telarañas y al polvo sobre nuestra foto, en la nervadura de cada hoja de otoño.
El caso es que me he vuelto cleptomaníaco de deseos, camaleon de nuevas selvas queriendo volver a tu fauna, arrancar de ti todo vestigio de civilizacion y hacer de nuestro amor primitivo y salvaje, quizás así viviríamos sin recordar, sin heridas que escocer y así, magullados por tu naturaleza, como en la realidad, viviríamos el amor en mis universos paralelos.
sábado, 8 de octubre de 2016
lunes, 3 de octubre de 2016
Soneto II
Son los mismos resortes de colores
Que una vez iniciadas las miradas
Tan volubles y límpidas lustradas
Hoy no sucumben, a mi (sus) faroles.
El frío presupone los clamores
De tus manos, a mi espalda, terciadas
Estío de ventiscas cual llamadas
Que serena el caudal en mis albores.
¡Oh, tu canto tan íntimo y pulcro!
La mirada bajo el cristal brillante
Enmarcada en estrellas, sueños puros.
Te has quedado en todos ellos cual muros
Creando ese palacio tan galante
Espacios donde, trémulo, descubro
lo noble de un arrullo,
canto del mirlo, cual presagio atróz
del alba que llega sin mi (tu) voz.
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