posado sobre la vela,
enmarca en su cándida sonrisa
sus labios, sonámbulos de tul.
Y en su mínimo rayito de luz
está la lejanía de esos besos usados
y a la par, esas llamadas nocturnas
con sonrisas y sueños efímeros.
Todas las aves vuelan en bandada
huyendo de este desastre,
mientras, cuelgo mi chinchorro
para escribir prosa infinita.
El tumulto y la arena me agobian,
curtiendo su piel de otra, ajena,
y si, es esa agonía
la que me postra en este letargo.
Los caminos sin trazar.
Las galletitas de avena
sin cocción.
El itsmo testigo.
Médanos, algoritmo de
adioses.
Todos nuestros.
Y solo un sweater quedó.
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